
Debutó en competición ganando las dos pruebas en las que participaba (500cc y sidecars), con la misma moto, una Norton Manx (probablemente la mejor monocilíndrica de carreras de la historia). Más adelante llegó a medirse con figuras como John Surtees, Geoff Duke y Carlo Ubbiali sobre sus BSA, Norton, AJS, MV, Montesa y Bultaco.
Su prestigio y dotes de pilotaje llegaron a oídos del propio Conde Augusta, que concertó una entrevista con él para ofrecerle formar parte del equipo oficial de MV. Ahí pudo cambiar la carrera de González, sin embargo su edad, alrededor de los 50 años, le cortó el paso que podría haberlo proyectado a lo más alto del motociclismo mundial. En el ocaso de su carrera deportiva, con su hijo compitiendo también en los circuitos nacionales como rival en la pista, dijo que se retiraría el día en que su hijo le arrebatara un título. Y así fue, Paco González junior se proclamaba campeón de España de 125 en 1963 con Bultaco y su padre se retiraba.
Paco González fue un hombre popular en su patria chica, donde se le conocía como “el piloto de la lotería” desde que a principios de los años cincuenta se encargara de cubrir cada 22 de diciembre la ruta Valencia-Madrid-Valencia a toda velocidad (3 horas 45 minutos era su récord personal) para traer la lista oficial del sorteo de Navidad y poder publicarla en los periódicos levantinos.
Lo curioso de toda esta historia, es que con un palmarés como el suyo nunca se le ha dado ninguna importancia a nivel nacional... como si no tuviera ningún mérito especial. Ni siquiera ha podido ver cumplido uno de sus sueños: que una curva del Circuito Ricardo Tormo de Cheste llevara su nombre. ¿Qué más tienes que hacer para que te tomen en serio en este país? Tras ser pionero y abrir la senda a pilotos consagrados hoy en día, nadie se ha preocupado nunca por uno de esos GRANDES pilotos que sentaron las bases del verdadero motociclismo, ése en el que se corría por pasión y no por dinero como ahora, representando a esa España profunda de fútbol, toros y flamenco, ante los ojos de la Europa avanzada. Seguro que si de algo estaba orgulloso Paco era de haber fomentado una afición tan potente como la levantina, empezando por su propio hijo (por no hablar de Ricardo Tormo, Jorge Martínez Aspar o Héctor Barberá). Tal vez lo mejor del gran Paco fuera su alma juvenil y festiva oculta tras esa socarronería tan valenciana, disimulando lo bien que se lo había pasado toda su vida haciendo lo que más le gustaba: CORRER EN MOTO.