Aunque Kawasaki no participa en el mundial de MotoGP desde 2009, sus motos de competición están triunfando ahora en otras disciplinas como Superbikes, Supersport, Resistencia o Supercross. Pero al contrario de lo que se pueda pensar, el volumen de ganancia en el área motos para la firma de Akashi nunca ha llegado ni a una tercera parte del total.
A pesar de ser la última de las cuatro japonesas en llegar a esto de las dos ruedas (1966), con motos legendarias como la Z1, los orígenes de Kawasaki se remontan a 1878, cuando Shozo Kawasaki abrió unos astilleros para construir transatlánticos convirtiéndose, en poco más de 100 años, en el gigante que es hoy día. Con un centenar de empresas y una nómina de más de 30.000 empleados, sus cifras asustan: más de 12 billones de euros netos de facturación al año son una buena carta de presentación.
Y es que la “marca verde” construye barcos, submarinos, el tren bala japonés (Shinkashen) y los vagones del tren de Nueva York, tuneladoras (abrieron el Eurotúnel Francia-Inglaterra en 1991), misiles, helicópteros, las turbinas de los aviones Boeing, cementeras, fábricas químicas, robots y… motos, por poner algunos ejemplos.
Entre 1918 y 1942 fabricaron autobuses y coches con el nombre de Rokkogo, pero cesaron la producción por orden del Ministerio de Defensa para construir aviones que nutrieran al ejército nipón en plena II Guerra Mundial. Gracias a la gente de Thekneeslider.com he podido saber que 30 años después apareció, fugazmente, un desconocido proto concebido por los americanos Darrel Krause/ Harvey Aschenbrenner que tenía muy buena pinta, pero que se hizo “a ojo” y duró menos que un caramelo a la puerta de un colegio: una lástima.
KAWASAKI Can-Am 440 ‘72
Acoplar un motor bicilíndrico en paralelo de 436 cc y 2 tiempos (50 CV, refrigerado por aire) de una moto de nieve en un chasis monocasco artesanal de aluminio, rodarlo sobre llantas de 13 pulgadas (neumáticos slick Firestone), taparlo todo con una carrocería de fibra de vidrio y pretender que funcionase a la primera fue todo un órdago para el americano Darrel Krause. El objetivo pasaba por potenciar la imagen de marca de sus motos de nieve, las Arctic Cat (Kawasaki suministró los motores entre 1970-75, después Suzuki): un “vehículo reclamo” para su negocio cuando apenas se conocía la marca nipona al otro lado del charco.
Harvey Aschenbrenner (piloto y constructor) fabricó el coche, algo así como un “mini Can-Am” de carreras (La Canadian-American Challenge Cup se disputó entre 1966 y 1986) con motor Kawa. Harvey lo hizo “a pelo” en tres meses, dibujando algo parecido en un papel y poniéndose manos a la obra. La transmisión le dio mil y un problemas en los test de circuito, rompiendo y volviendo a idear cosas nuevas. Laguna Seca debía ser su reaparición estelar pero, tras petar un pistón, la transmisión se la volvió a jugar y… a casa.
A pesar de la expectación levantada y los posibles encargos que se podían haber realizado, todo se quedó en un intento más de hacer algo diferente. Podía haber sido el origen de una buena historia, ya que a Honda sí le ha ido muy bien en el ámbito de las cuatro ruedas… Una pena, porque el look de las motos de nieve “Panther” y “Puma” impulsadas por ese motor es pa’ cagarse.
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