23 de enero. Allí fui yo, conduciendo mi coche camino de Calafat, tras una gentil invitación de Bruno, el responsable de comunicación de Gore-Tex en España. Los 600 kms de distancia no se me hicieron muy largos, en parte debido a la comodidad del coche, pero sobre todo pensando en que tenía dos días completos a mi disposición para probar su último prototipo de cuero de 4 capas en uno de los circuitos permanentes más antiguos de España: Calafat.
Mi sorpresa fue aún mayor cuando para ello, dispusimos de 25 flamantes BMW’s para rodar a placer en el circuito tarraconense. Los chicos de la central de Gore-Tex en Europa son alemanes, y como no podía ser de otro modo, trajeron consigo una de sus escuelas autóctonas (Team Moto Bike), que como no podía ser de otro modo, estaba asociada con la marca BMW. Así pudimos poner en práctica un poquito de pilotaje del bueno en un entorno muy alemán, eso sí. El jueves, 4 horas sin parar y el viernes, con un par me conformé. Nunca he tenido tantos callos en la palma derecha de mi mano, ni siquiera cuando hacía enduro. Pero es que el dolor merece la pena porque... la HP2 Megamoto me encanta. Si no fuese porque el monstruo germano me sorprendió más de una vez con una derrapada en 2ª bastante bestial (fruto de mi obstinado intento por alcanzar al monitor que me acababa de adelantar... con una HP2 Sport), y porque las estriberas van muy bajas y tocaba constantemente con el suelo, el idilio hubiera sido perfecto. Cada depósito (de 13 litros) me duraba una hora, y cuando ya había gastado suficiente reserva, entraba al paddock a por otra HP2 de 19.000 euros y volvía a salir... ¿no es maravilloso? También gocé con la R 1200 S, pero menos.
¿Y qué decir de Calafat? Bueno, hoy en día “el circuito del mar” está obsoleto, pero sus 3.250 m aún guardan el encanto de los circuitos de antaño, es decir, esos en los que la seguridad brilla por sus ausencia, con tristes escapatorias, muy duros si tienes la mala suerte de “catar lo negro” y con pianos de adoquín en forma de sierra. Pero claro, cada vez que entro en circuito me olvido de todo, y jamás pienso en esos aspectos tan “banales”. El final de recta es precioso, con cambio de rasante, bajada frenando a saco y horquilla de derechas. Emplazado junto al pequeño pueblo de l'Ametlla de Mar, en Tarragona, la pista se inauguró a finales del mes de septiembre de 1974. Había sido construido con la suma de muchas pequeñas aportaciones de aficionados catalanes al deporte del motor y con el soporte de los propietarios de la urbanización donde quedó enclavado. Muchos problemas posteriores hicieron que cerrara varias veces, primero por ruidos y después por la calificación urbanística de los terrenos, pero afortunadamente, sigue en funcionamiento.
Mi sorpresa fue aún mayor cuando para ello, dispusimos de 25 flamantes BMW’s para rodar a placer en el circuito tarraconense. Los chicos de la central de Gore-Tex en Europa son alemanes, y como no podía ser de otro modo, trajeron consigo una de sus escuelas autóctonas (Team Moto Bike), que como no podía ser de otro modo, estaba asociada con la marca BMW. Así pudimos poner en práctica un poquito de pilotaje del bueno en un entorno muy alemán, eso sí. El jueves, 4 horas sin parar y el viernes, con un par me conformé. Nunca he tenido tantos callos en la palma derecha de mi mano, ni siquiera cuando hacía enduro. Pero es que el dolor merece la pena porque... la HP2 Megamoto me encanta. Si no fuese porque el monstruo germano me sorprendió más de una vez con una derrapada en 2ª bastante bestial (fruto de mi obstinado intento por alcanzar al monitor que me acababa de adelantar... con una HP2 Sport), y porque las estriberas van muy bajas y tocaba constantemente con el suelo, el idilio hubiera sido perfecto. Cada depósito (de 13 litros) me duraba una hora, y cuando ya había gastado suficiente reserva, entraba al paddock a por otra HP2 de 19.000 euros y volvía a salir... ¿no es maravilloso? También gocé con la R 1200 S, pero menos.
¿Y qué decir de Calafat? Bueno, hoy en día “el circuito del mar” está obsoleto, pero sus 3.250 m aún guardan el encanto de los circuitos de antaño, es decir, esos en los que la seguridad brilla por sus ausencia, con tristes escapatorias, muy duros si tienes la mala suerte de “catar lo negro” y con pianos de adoquín en forma de sierra. Pero claro, cada vez que entro en circuito me olvido de todo, y jamás pienso en esos aspectos tan “banales”. El final de recta es precioso, con cambio de rasante, bajada frenando a saco y horquilla de derechas. Emplazado junto al pequeño pueblo de l'Ametlla de Mar, en Tarragona, la pista se inauguró a finales del mes de septiembre de 1974. Había sido construido con la suma de muchas pequeñas aportaciones de aficionados catalanes al deporte del motor y con el soporte de los propietarios de la urbanización donde quedó enclavado. Muchos problemas posteriores hicieron que cerrara varias veces, primero por ruidos y después por la calificación urbanística de los terrenos, pero afortunadamente, sigue en funcionamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario