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2.11.09

IV. Cine y Motos / Esquizofrenia Quadrophénica '79 (2ª parte)







LA LAMBRETTA DE JIMMY

El modelo que el protagonista (Jimmy Cooper) pasea en la película es una Lambretta Li 150 Serie 3 de 1967, matrícula KRU251. Como buena modbike, está plagada de aditivos para identificarla e integrarla dentro de su movimiento. Así, además de la decoración y los adhesivos personalizados, posee una luz delantera suplementaria centrada en el escudo con una bocina suplementaria de aire comprimido (el depósito se emplaza junto al velocímetro) a cada lado, 10 espejos retrovisores anclados a una estructura paragolpes, un pequeño parabrisas “estrellado” con cupolino, asiento corrido ancho con respaldo tipo custom para el pasajero, rueda de repuesto con funda de leopardo, parrilla portabultos, protectores en las tapas laterales, tubarro cromado, contrapesos de manillar con flecos, neumáticos con fileteado blanco y una larga antena tipo coche de choque. La estética de los retrovisores tiene su explicación: después de que se instituyera una ley exigiendo, al menos, un espejo retrovisor en cada moto, los mods añadieron cantidades ingentes de ellos a sus vehículos como una forma de burla hacia la nueva ley.

Actualmente, hacerte una réplica como la Lambretta de Jimmy es la única opción factible ya que la original fue subastada el año pasado. La moto original utilizada en la película fue comprada en su momento por Rafferty Newman (una tienda que vendía scooter en Portsmouth) y fue expuesta en su escaparate durante mucho tiempo. La moto acabó yendo de mano en mano hasta su actual propietario, que la compró en una subasta de la casa Bonhams Entertainment el 25 de noviembre de 2008 por ¡54.000 euros!

THE WHO

El curioso título de la película se debe al álbum del mismo nombre que en 1973 publicó el mítico grupo londinense The Who (1964-1982). Supone la segunda ópera rock del cuarteto, en cuya historia se alternan los sucesos sociales, musicales y psicológicos que afectan a un joven mod británico entre 1964 y 1965. Según los especialistas, este álbum se encuentra entre los 100 mejores de la historia y The Who es el grupo de referencia del estilo de vida mod.

El nombre supone una variación del término popular para designar el cuadro médico de esquizofrenia como un trastorno que refleja las cuatro distintas personalidades de Jimmy (cada una representa a uno de los integrantes del grupo), protagonista de la ópera. También hace referencia al sonido cuadrafónico de la época (este sistema permite la grabación y reproducción de cuatro canales distintos de sonido a diferencia de los dos canales convencionales del stereo).
No debemos olvidar que de todas las características que unen al movimiento Mod, la más importante es la música.

LOS MOD Y EL ALFREDO´S

“Yo no quiero ser como todos los demás, por eso soy un mod ¿entiendes?”. Así responde Jimmy a un colega del barrio al que hacía mucho tiempo no veía y que, por cierto, era rocker.

El MOVIMIENTO MOD (del inglés modernism –modernismo-) surgió en 1958, pegando con fuerza en la Inglaterra de los ’60. Después, ha habido muchos revival a raíz del estreno de la película. En España, por ejemplo, la denominada Movida de principios de los ’80 vio resurgir a muchos seguidores y actualmente hay conciertos anuales donde aglutinar esta cultura. Los mods lucían trajes entallados, corbatas, parkas verdes del ejército americano y mocasines, se inclinaban por la música pop-beat (Small Faces, The Kinks, The Who, The Action, The Jam...), el pop art y la filosofía existencialista, les gustaba bailar y, por supuesto, adoraban los scooter (Vespa y Lambretta en su mayoría).

En la película de Roddam, el Alfredo´s snack bar de Londres figura como centro de reunión del movimiento mod. Las emociones de los jóvenes y la angustia adolescente se ven bien reflejadas entres esas cuatro paredes.

A mí siempre me han gustado más los rockers, que en la peli figuran como los malos, pero en fin...

IV. Cine y Motos / Esquizofrenia Quadrophénica '79 (1ª parte)







Si hablamos de películas con importantes cargas “scooterianas”, una gran cinta brilla por derecho propio sobre el resto: Quadrophenia. La ópera prima del director inglés Franc Roddam cumple 30 años. Hagamos memoria y valoremos en su justa medida el significado y la repercusión de esta magnífica obra- icono.

Los amantes de los scooter, y por supuesto de las motos, gustan verse reflejados en la gran pantalla con el estreno de una producción de cierto renombre cuyas protagonistas queman gasolina y tumban en cada curva como si de una Moto GP se tratara. Desgraciadamente, en la inmensa mayoría de los casos la calidad de estas “películas moteras” brilla por su ausencia, cayendo en burdos y típicos tópicos carentes de sentido, con cutres y consentidas realizaciones de pseudodirector e insultando constante y estúpidamente nuestra cultura motorista (véase Torque o Biker Boyz, por poner un ejemplo). Afortunadamente, muy de cuando en cuando surgen películas dignas de encomio, no sólo para aquellos que amamos el “mundillo” de las dos ruedas, sino también para cualquier neófito en el tema o, sencillamente, para todos los que se consideren cinéfilos. Quadrophenia es una de ellas.

Yo la vi por primera vez hace algunos años en VHS, en una de esas jornadas lúdico-pelleras que todos hemos disfrutado alguna vez en la universidad. Mi amigo Luis me acompañó en el visionado de la misma y la verdad es que me quedé tocado. Casi toda la película está rodada en exteriores reales de Londres y Brighton, con varias escenas nocturnas donde las calles eran regadas a posta para lograr una mejor estética dramática al reflejarse las luces en los charcos. La ambientación y la fotografía son muy buenas, con especial mención para el vestuario y, por supuesto, la banda sonora (el inmortal tema My Generation no debe olvidarse).

¿DE QUÉ VA ESTO?

La película trata la historia de un adolescente inmerso en una banda mod en la Inglaterra de 1964. Fiel retrato de la cultura británica y de las denostadas rivalidades entre las tribus de los mods y los rockers, el protagonista Jimmy Cooper (encarnado por Phil Daniels) lucha por la autorrealización, junto a la rebelión y ante el rechazo. Las drogas y su Lambretta son herramientas que utiliza en todo momento para llevar a cabo su propia búsqueda. Él refleja desde dentro un modo de vida efímero pero intenso, con una moraleja que da para mucho cuando al final de la película se derrumbe emocionalmente tras dejar el trabajo, sufrir la incomprensión de sus padres, comprobar el desinterés de la chica que le gusta y ser rechazado por su banda. Es entonces cuando arroja la Vespa de Sting por los blancos acantilados de Beachy Head (un lugar donde se han sucedido multitud de suicidios a lo largo de la historia). Al final, Jimmy triunfa al comprender que no tiene necesidad de formar parte de algo para ser feliz.

Hacia la mitad de la cinta surge la figura de otro mod conocido como “As de Oros”, que está encarnada por el jovencísimo cantante Sting (tenía 27 años cuando se rodó), en pleno auge tras crear la conocida banda The Police. Este ídolo y referente para todos los mod no lo será tanto cuando Jimmy comprueba que, alejado de las típicas estridencias mod, el “As” se gana la vida como un simple botones de hotel.

LAMBRETTA: HACIENDO HISTORIA

La histórica rival de la conocida Vespa nació en Milán en 1947 de la mano del empresario italiano Ferdinando Innocenti. A pesar de ser tan made in Italy como cualquier otra, su final italiano (1972) no fue el definitivo ya que se siguió fabricando en factorías de diversos países como España (1989) e India (1998).

Finalizada la II Guerra Mundial, Innocenti concibió un vehículo barato, con un mantenimiento económico y una versatilidad fuera de toda duda con la que desplazarse en la Europa de posguerra. Su peculiar diseño bebió mucho de las necesidades militares, pues se necesitaba de un vehículo de rastreo estrecho, pequeño y fiable.
Entre las principales características de la Lambretta se encuentran su chasis tubular, el cambio manual de 3-4 velocidades (según modelo) en el puño izquierdo y su motor central (la Vespa es lateral-trasero) de 2 tiempos.

Actualmente, hay legiones de seguidores de la marca por todo el mundo y el mercado de piezas, accesorios, merchandising y clubes está más vivo que nunca. Los especialistas y propietarios de todo el mundo lucen sus últimas creaciones en cualquier salón de prestigio a la mínima ocasión. Y es que, en el fondo, Lambretta es una de esas marcas inmortales que siguen vivas gracias a la pasión de los aficionados. (+)

14.7.09

III. Cine y Motos / Easy Rider (1969)







Ahora se celebra el 40 aniversario de una de las cintas más carismáticas y auténticas que ha dado el cine de motor: Easy Rider (en la traducción española se añadió la coletilla “Buscando mi destino”). Un pedazo de historia pura y sin retoques de 94 minutos defendido a ultranza por la contracultura yankee. Joder… es muy buena.

Estrenada un 14 de julio en Nueva York, esta road movie convulsionó a la sociedad desde el primer momento. El valor casi documental de esta película la ha colocado entre las 100 mejores de la historia del cine. Fue unánimemente acogida por la generación hippie como su película de culto, además de obtener un considerable éxito de taquilla y consiguió la Cámara de Oro (premio a la Mejor Ópera Prima) en el Festival de Cannes.

Película de culto donde las haya, Easy Rider fue financiada por Peter Fonda (hijo del reconocido actor Henry Fonda –“Capitán América”-) y dirigida por Dennis Hopper. Con 340.000 $ de presupuesto y las ideas muy claras reflejaron fielmente la realidad de una época que llegaba a su fin. La gente así lo entendió, y obtuvieron más de 60.000.000 $ de recaudación.

La trama narra la amistad entre los motoristas Wyatt (Fonda) y Billy (Hopper) que, tras una operación de cocaína en la que ganan mucha pasta, deciden emprender un viaje en sus motos desde Los Ángeles hasta Nueva Orleans para asistir al Carnaval Mardi Gras. Su travesía por carretera les llevará a componer una fidedigna radiografía del país y a desempolvar la esencia de la cultura americana de la época: dinero, comunas hippies, granjeros, policía, cárcel, norte vs. sur, droga, psicodelia, sexo, rock and roll... Destacable también el papel de George Hanson (Jack Nicholson fue nominado a mejor actor secundario), un peculiar abogado alcohólico que se une al viaje.

El tratamiento fotográfico de Laszlo Kovacs es magistral, con unas localizaciones y paisajes idílicos. La luz, siempre natural, sin aditivos. Easy Rider sentaría las bases del cine americano independiente de los ’70. La inesperada escena final es el culmen de la descorazonadora crítica social de la que hacen gala a lo largo de toda la película. Quizá no esté muy lejos de lo que se pasa hoy: parece que los motoristas seguimos siendo los malos de la película…

13.4.09

III. Coches y Cine / Max y el Interceptor (1979-1981)











Por supuesto, también hay que hablar de los coches de las dos primeras entregas de Mad Max... una lástima que tuviesen cambio automático.
Por orden de importancia, el famoso Vehículo de Persecución Especial de Max, el Interceptor V8 351 negro con 600 CV (eso dice el mecánico), pasando por los yellow pursuit sedán (en sus dos variantes, V6 y V8 Big Booper) de Liebre o Bailarín, el Holden HQ LS Monaro V8 del ‘72 del Jinete Nocturno, el Buick Riviera del capitán Fifi McAfee o el Chevy Impala flaming del ‘59 que destrozan los motoristas (por el capó de este último sobresalen 8 tomas de admisión de mentira, de las que, además, sobrarían dos porque su motor era realmente un V6). Es curioso también el cazarrécord streamliner blanco que aparece fugazmente semitapado en el garaje de Fuerza Central cuando Ganso y el mecánico van a enseñar a Max Rockatansky “el último V8” del mundo mundial.




El Interceptor negro es una preparación de un Ford Falcon XB Coupé del ’73 (esta 3ª generación se mantuvo hasta 1976). Este muscle car de 300 CV fue fabricado por los australianos de Holden, una de las marcas del macrogrupo General Motors. Las principales modificaciones para la película pasaron por el particular frontal de fibra de vidrio (diseñado por Peter Arcadipane, de Ford Australia) muy novedoso en la época, las salidas de los colectores por los laterales, el alerón trasero y de techo, las ruedas, el volante y la decoración black on black (negro brillo con capó negro mate). Lo más llamativo del coche era la adopción de un turbocompresor de palo Weiand GM 6-71 que podía entrar en funcionamiento a gusto de Max a través de un pulsador rojo en la palanca de cambio (nunca existió este sistema en la realidad y la correa del turbo se movía gracias a un motor eléctrico camuflado).




El Interceptor de Mad Max 2 fue modificado respecto al de la 1ª parte para dar la sensación de estar estropeado por el uso post-nuclear vagabundero que Max ha hecho de él: ausencia de spoiler delantero, dos enormes bidones de gasolina (200 l. la pareja) en el maletero junto a otros 2 metálicos más pequeños (40 l. la pareja), llantas traseras distintas, cuchillo y conmutador en los bajos con interruptor de autodestrucción, habitáculo sin tapizar gadgeteado (barras antivuelco, ausencia de emisora, asiento de pasajero sustituido por otro específico para el perro anclado a la puerta izquierda, cabeza de tótem en el salpicadero, panel interior de la puerta de derecha con cinturón que incluye machete y diversas bolsas pequeñas, cubo colgado del techo...) y reja metálica de separación para la carga (caja de cartón con latas de 800 gr. de comida para perro Dinky Di meat & vegies, neumático de repuesto, bombona de oxígeno amarilla, recambio de correa de kevlar para el turbo y otros objetos indefinidos).
Dependiendo de las secuencias, se usaron dos coches (frontal bueno y frontal roto). El pata negra, restaurado en su totalidad, fue comprado por Bob Forsenko que luego lo vendió al museo de coches de películas Cars Of The Stars (Cumbria, Inglaterra), donde está expuesto actualmente.

Tanto las motos (gracias a los japos de Whitehouse) como los coches, el vestuario policial, los adhesivos y demás, cuentan con numerosas réplicas por todo el planeta a cargo de auténticos entusiastas de la saga. Una pena que no pase lo mismo con las botas Sidi marrones de 7 hebillas de Cortauñas (MM1, 19’29”)...

12.4.09

II. Motos y Cine / Mad Max (1979)










Siguiendo con el Top 10 de las mejores películas de motos, y tras “Burt Munro: un sueño una leyenda”, hoy le toca el turno a Mad Max (Salvajes de la autopista, George Miller, 1979), una de mis favoritas. Y es que ahora se conmemora el 30 ANIVERSARIO de su estreno. La segunda parte (El Guerrero de la Carretera, 1981) todavía se salva, con la estética total zombie del Interceptor 2, la Kawa Z1 de Zed, la Yamaha XS 1100 E con sidecar o los salvajes buggies con óxido nitroso de la pandilla de Lord Humungus (por otro lado, guerrero del desierto y Ayatolá del rock ‘n roll). Pero la tercera parte (Más allá de la Cúpula del Trueno, 1985) me parece una mierda: el protagonismo de Tina Turner, la ausencia de motos y coches de calidad, el rollete desértico...

Con un coste de sólo 400.000 $ y unos ingresos de 100 millones, Mad Max ha sido la película con mejor ratio inversión-recaudación hasta El Proyecto de la Bruja de Blair (1999). De hecho, permaneció en el Libro Guinness durante 20 años. Rodada en Melbourne (Australia) bajo un ambiente post-apocalíptico, esta road movie fue un éxito y tiene todos los ingredientes necesarios para hacer las delicias de los amantes del motor. Sus persecuciones por las vacías carreteras, los primeros planos cortados, las máquinas, los personajes, el realismo, el sonido a mecánica de la buena, el vestuario... se han ganado el respeto de multitud de seguidores. Además, es la cinta de debut para uno de los consagrados de Hollywood, Mel Gibson, que por aquel entonces tenía 23 añitos (cobró 15.000 $ por el papel).
Pero hablemos de motos...




A lo largo de la película aparece un nutrido grupo de Kawas (KZ y Z900 cedidas por la marca) y Hondas (CB 750/900) por parte de la malísima banda motera nómada, una “pequeña” KH250 (14’50”-15’10”) e incluso un custom trike Honda (25’40”-26’25”). Este curioso trike con “sidecar de burbuja” fue construido por Lance Seadon (Cycle Gear, Collingwood) mientras que los tribales dorados que decoran su carrocería están realizados en papel de oro de 24 quilates por John Leach; ambos pertenecían al Club australiano The Barbarians.

De todas formas, la moto referente de la película es la Kawasaki KZ 1000 del ‘77 de Jimmy “El Ganso”, una variante especial para persecuciones basada en las motos de policía que usaban algunos países por aquella época.
La KZ platiazulada hace su aparición en la persecución por la Highway 9-sector 26 del comienzo; una de las mejores INTRO de la historia del cine de motor (los primeros 11 minutitos de película son de lujo). La Kwaka (el depósito muestra el nuevo nombre, fruto de fusionar la marca de la moto con la K del modelo) se cubre de gloria en otra secuencia de culto (38’45”-41’00”), cuando Ganso sale del Motel sexual Sugartown Cabaret: primera hora de la mañana, gafas ajustadas, golpe a la pata de cabra, punto muerto, petardeo de los megáfonos, burnout en Claremont Street, tomas onboard, magistral secuencia de planos en la carretera y accidente final. A falta de minicámaras, un tal David Eggby subió de paquete a la Kwaka y se ató a la parte trasera para grabar ‘desde dentro’ las imágenes con una cámara de 35 mm a 200 km/h. ¡Simplemente genial!




Carrocería construida en exclusiva por la empresa australiana La Parisienne (que desgraciadamente cerró pocos años después de estrenarse la peli), 93 CV a 8.000 rpm, 240 kg en seco, tubarros cromados 4 en 2, colín monoplaza MFP (Main Force Patrol), retrovisores bajos en el carenado, estriberas retrasadas, emisora sobre los relojes, luces azules frontales, altavoz en el lateral izquierdo, llantas de magnesio de 5 palos y 18 pulgadas, 230 km/h de máxima...

Las escenas de riesgo fueron rodadas por especialistas, mientras que los miembros de algunos Moto Clubs de Melbourne (The Vigilants, Victorian Four o The Barbarians) aportaron todo lo demás. Vamos, que actuaron como verdaderos profesionales y, además de rodar, se encargaron de los donuts, los caballitos y las caídas suaves.

13.1.09

II. Coches y Cine / Tucker (1988)









Hoy se celebra el 20 ANIVERSARIO del estreno en España de la película Tucker: el hombre y su sueño, producida por George Lucas y dirigida por el gran Francis Ford Coppola. Aunque siempre se le recordará por la obra maestra de El Padrino (1972) o Apocalypse Now (1979), esta cinta resulta muy interesante y emotiva. Pero no estamos hablando de una superficial película de coches sin más, sino de la propia vida de Coppola personificado en su protagonista, Jeff Bridges, un revolucionario diseñador y constructor de coches de posguerra (en el trasfondo, la lucha contra las grandes compañías para intentar construir sus propios sueños...).

Preston Thomas Tucker (1903-1956), el personaje real al que da vida el protagonista, tras haber trabajado para Cadillac, Ford, Studebaker, Stutz y Chrysler, decidió construir un coche revolucionario, totalmente nuevo y adelantado a su tiempo basado en la seguridad, la potencia y el diseño. Tras conseguir la financiación, las instalaciones, algunos ingenieros y diseñadores, se comenzó a trabajar rápido. El prototipo fue presentado a contrarreloj en la fábrica el 19 de junio de 1947 (Tucker improvisó durante 2 horas para que realizasen reparaciones de última hora).
Desgraciadamente el sueño de Preston Tucker se truncó pronto. Una investigación del SEC (Comisión de Seguridad e Intercambios del Gobierno Norteamericano) sobre prácticas financieras irregulares (como vender accesorios de un coche que aun no existía) llevó a Tucker a la quiebra y, aunque finalmente fue declarado inocente, ya fue tarde: se había quedado sin fábrica y los inversores se retiraron del proyecto. Al parecer los grandes fabricantes americanos de automóviles fueron los instigadores de la investigación, preocupados ante el nuevo competidor que hubiese dejado a todos sus modelos obsoletos. La mala prensa también hizo de las suyas.

Únicamente se fabricaron 51 Tucker Torpedo sedán (incluyendo el proto) hasta el 3 de marzo de 1949. Actualmente son auténticas obras de arte (con precios astronómicos en torno a 1.000.000 $ si hay alguna venta) conservadas en los garajes de los coleccionistas más acaudalados del mundo.

Estas son algunas lindezas que hicieron del Torpedo un coche-leyenda único:
Motor trasero bóxer de 6 cilindros con inyección mecánica y refrigeración líquida marca Franklin (se usaba en helicópteros) de 5.477 cc que rendía 166 CV a 3.200 rpm y 500 Nm de par a 2.000 rpm, caja de cambio automática de 3 velocidades, transmisión especial Tuckermatic de 27 piezas (lo normal eran 90), 6 salidas de escape, 193 km/h de máxima, suspensiones independientes, tablero de instrumentos acolchado para minimizar lesiones en caso de accidente, mandos centralizados en el volante, triple faro delantero independiente (el central –ojo de cíclope- es direccional para mejorar la visión), coeficiente aerodinámico de sólo 0,27... Los frenos de disco y las llantas de magnesio no llegaron a hacerse efectivos.
Actualmente el Tucker Automobile Club of America se encarga de preservar el prestigio de este sueño de acero de 5,3 m de largo y 1.921 kg en vacío.

25.12.08

I. Coches y Cine / Bullitt (1968)









Aunque no sea una película de coches propiamente dicha, Bullitt (dirigida por Peter Yates) contiene una de las persecuciones más memorables de la historia del cine. Ganadora del Oscar al mejor Montaje, este thriller tiene al teniente Frank Bullitt (Steve McQueen) como prota cool machote que no descansa hasta encontrar a los asesinos del testigo al que custodiaba.
En su 40 ANIVERSARIO, la película sólo se recuerda por la persecución y los coches, más que nada porque es un poco tostón para lo que estamos acostumbrados en la actualidad. Además, se hace larga... Como muchas otras, está basada en el libro de Robert L. Pike, Mute Witness. Curiosamente, ni el director ni McQueen querían filmar esta escena. Pero una vez les llegó el guión, acordaron que debía ser una secuencia memorable.
Todos los coches de la película pertenecen al grupo Ford, básicamente porque la Warner llegó a un acuerdo con la marca. Además de los dos protagonistas de la persecución y los Ford de la policía, también cabe destacar el Lincoln Continental negro de Robert Vaughn, el Ford Custom del ‘67 de Robert Duvall, el Porsche 356 cabrio marfil de Jacqueline Bisset (1h18'49"-1h19'28") y un bellísimo Rolls-Royce Silver Cloud III (8'29"-8'36"). Una obra de arte aparece fugazmente al principio, en el garaje: el Bizzarrini GT Strada verde oscuro (2'38"-2'42") es uno de los 149 que se construyeron.

La mítica escena (1h02'30"-1h12'30") tardó dos semanas en rodarse. Max Balchowski, un reconocido preparador de coches, se encargó del mantenimiento de los mismos. En uno de los saltos, el carter del Mustang se rajó y hubo que soldarlo. Al contrario de lo que muchos pensábamos, McQueen sí fue doblado por especialistas en las secuencias de conducción chunga. Aún así, debido a su consabida destreza con todo aquello que tuviese motor, él también filmó otras escenas.
La persecución comienza en la Avenida Columbus de San Francisco, para luego pasar por la calle Chestnut, Taylor y Filbert. El especialista Bill Hickman (el gafotas) condujo el Charger, mientras que Bud Ekins se encargó de los saltos (un gran amigo de Steve que también rodó los saltos de La Gran Evasión). Poco antes de rodar la escena, Steve y Bill ‘jugaron’ un poco con los coches en el circuito de Cotati, cerca de la ciudad. El sonido es real, se llegó a los 176 km/h y casi atropellan a un niño que cruzó una de las calles antes de que añadiesen más extras y coches para que avisasen si había peligro.
¿Y los coches?

Steve McQueen conduce un maravilloso Ford Mustang GT 390 verde con carrocería Fastback: motor V8 de 6.392 cc, 325 CV a 4.800 rpm, 578 Nm a 3.200 rpm y cambio manual de 4 relaciones. La aceleración es de 6,3 seg (0-100 km/h) y alcanza los 193 km/h. Pero el coche necesitó de algunas modificaciones en las suspensiones (para los saltos) y en el motor (para no descolgarse mucho del bestial Charger) antes del rodaje. Así, adoptó amortiguadores Koni, refuerzos en las barras de torsión y las torretas, pistones, encendido, carburador Holley...
Los malos van delante en un brutal Dodge Charger negro 2ª generación con motor ‘440 Magnum’: V8 de 7.219 cc, 375 CV a 4.600 rpm, 650 Nm a 3.200 rpm y cambio manual de 4 velocidades. 6 segundos de 0 a 100 km/h y 217 km/h de punta. Esta secuencia encumbró al Charger, que posteriormente se hizo mundialmente famoso bajo el nombre de General Lee en la serie Dukes of Hazzard. Los dos Charger utilizados fueron comprados por la productora a un concesionario Dodge de Los Ángeles.
Los habitáculos de los coches montaban dos cámaras pintadas de negro para grabar las escenas onboard. Un tercer coche-cámara (Corvette) seguía a esta pareja de muscle car.

Abróchate el cinturón y comienza a flipar... Escena Mustang vs. Charger